Cuando no solo el producto importa

Hay que estar pendiente de muchas cosas cuando se tiene un negocio. Todo suma para vender, para atraer la atención del público y para luchar con otros negocios y tiendas que son nuestra competencia. Para ello, hasta el más mínimo detalle tiene una gran importancia, aunque no guarde una estrecha relación con el bien o servicio al que dedicamos nuestra actividad.

Uno de esos elementos es el local en el que desempeñamos nuestro trabajo. Es este lugar el que nos debe identificar y el que todo el mundo tiene que conocer. Además de mantenerlo limpio, cuidado y accesible a todos los públicos, es importante convertirlo en llamativo, algo para lo cual es muy importante la pintura.

El año pasado abrí una carnicería en el barrio de Gracia, en Barcelona. Se trata de un distrito en el que también existen otros negocios como el mío, por lo que diferenciarme en algo de ellos sería fundamental. El local que alquilé para montar el negocio necesitaba arreglos, los cuales fui haciendo poco a poco, en los momentos libres que me dejaba mi anterior trabajo. Finalmente, cuando hube terminado de realizarlos, tan solo quedaba pintar la parte exterior, la fachada de la tienda.

Para ello me puse a buscar a algún pintor para que me asesorara, me dijera qué era lo que necesitaba la fachada y lo ejecutara. Había oído escuchar algo referente a una página web llamada www.mipintor.net, que se dedicaba a este tipo de cuestiones y que además parecía trabajar con calidad, seriedad y a precios competitivos. Contacté con ellos y un grupo de profesionales se plantó en mi negocio al poco tiempo para estudiar la situación. Les comenté que quería algo elegante y que destacase entre los demás negocios de la zona.

Después de deliberar unos minutos, los pintores me explicaron qué harían si estuvieran en mi lugar. Me dijeron que, teniendo en cuenta los colores ocre o blanco que tenían las fachadas de la mayoría de los negocios que se situaban a mi alrededor (entre los que también se encontraban algunas carnicerías), utilizarían un color azul cielo para la fachada acompañado del logotipo de mi tienda y el nombre en un tono más oscuro.

La idea que me comentaron me gustó bastante. Pensé que de tal manera la tienda quedaría resaltada y podría ganar una mayor afluencia de compradores que el resto de mis competidores. Pregunté por el presupuesto de la operación y me lo facilitaron, momento en el cual me di cuenta que lo de los precios competitivos no había sido ninguna patraña. Les di el visto bueno y comenzaron a trabajar. En pocos días la fachada estaba completamente pintada y con una calidad y un acabado insuperables.

Adornar la fachada se tradujo en resultados

A los pocos días, con todos los papeles ya en regla, comenzó la vida de mi negocio. El barrio de Gracia es grande, y con un poquito de suerte se puede atraer a una clientela grande y fiel. Así lo conseguí yo desde el primer momento. Todo el que pasaba comentaba lo bien que se había quedado el local después de la remodelación a la que lo había sometido por dentro y a la decoración exterior.

Y es que, como decía al principio, de la calidad de tus productos o servicios no depende al 100% el éxito de tu negocio. Es evidente que es una condición fundamental el que imprimas calidad a lo que quieres vender, pero desde luego eso hay que complementarlo con otro tipo de cosas que hagan que la gente se fije en lo que ofreces. Primero es importante atraer. Cuando ya lo has conseguido, de la calidad se dará cuenta el cliente sin la ayuda de nadie.

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